El pasado viernes acompañé a mi madre a la visita mensual – el acopio de recetas, ya saben- a su médica de cabecera, singular personaje a la que cariñosamente llamamos La Cariño. Observé sorprendido que la -no menos singular- sala de espera
está decorada con una reproducción
de una obra del pintor tarifeño Agustín Segura.
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